La energía nuclear es clave para garantizar la estabilidad y la soberanía energéticas hasta que las renovables permitan un suministro sin cortes y mientras la volatilidad geopolítica siga escalando los precios del gas. En España, el cierre de las centrales decretado por la misma Teresa Ribera que ahora, desde la Comisión Europea, aprueba ayudas para mantenerlas abiertas en Bélgica dispararía la dependencia del gas de EEUU y Argelia.
El Gobierno se enroca, sin embargo, en un cerrojazo incompatible con la realidad. La sucesora de Ribera, Sara Aagesen, rechazó la semana pasada una iniciativa del PP para extender la vida útil de las centrales, con el falso argumento de que el apagón nuclear es responsabilidad de las empresas. En el caso de la de Almaraz, los ejecutivos autonómicos de Madrid y Extremadura han forjado un frente común contra su cierre que reúne hoy a Isabel Díaz Ayuso y a María Guardiola. No es un asunto menor:el apagón amenaza con provocar una fuerte disrupción en la capital, que recibe de ella el 15% de su energía.
Es necesaria una reflexión compartida entre Administraciones y empresas para mantener vivas las centrales nucleares, aliviando su carga impositiva (50% de lo que facturan) para que sean rentables. El modelo francés, donde la carga fiscal de la electricidad generada con nucleares es 14 euros megavatio hora más barata, es un buen punto de partida.